Cualquier palmarés que se precie suele generar críticas y desacuerdos. Este año no ha sido una excepción, aunque la concesión del Premio a la Mejor Película para The Invitation ha sido más aplaudido y menos cuestionado que en anteriores ocasiones.
Thriller psicológico sobre la reunión de una ex pareja con un trágico pasado en común, sus nuevos compañeros y sus viejos amigos en una misteriosa cena, estamos ante uno de esos filmes que te mantienen en vilo y pegado a la butaca de principio a fin.
De pretensiones modestas y con un planteamiento de origen, salvando las distancias, parecido al de Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1993) -crúcenlo con una atmósfera más enrarecida y el terror psicológico indie variante sectas-, su guión de hierro dosifica inteligentemente la información y los puntos de vista para alimentar las dudas y las hipótesis del espectador, casi al estilo de Agatha Christie.
Todo ello enriquecido por un crescendo sostenido y ejemplar de la tensión narrativa que, con muy pocos recursos, como si de un texto teatral se tratara, logra que nos lo pensemos antes de pestañear.
Las interpretaciones y la fotografía ayudan en la ecuación, dirigida sin alardes pero con oficio por una notable Karyn Kusama (Girlfight, Æon Flux, Jennifer’s Body). Un meditado conjunto de elementos, incluido el poderoso desenlace -ese revelador plano final-, que contribuye a que el dilema y los miedos expuestos por los comensales de esta última cena traspasen la pantalla y se instalen en la conciencia del espectador más allá del propio film.
Texto: David Sabaté