Entrevista con Albert Gil (‘El cas del serrell’)

'El cas del serrell', de Albert Gil.

‘El cas del serrell’, de Albert Gil. Fuente: editorialbase.com

El músico y escritor barcelonés Albert Gil está de actualidad por dos buenos motivos. El primero de ellos es que su grupo Brighton 64, pioneros de la escena mod de Barcelona, acaba de editar su primer disco con temas nuevos en 30 años, «Esta vez va en serio». El segundo: la reciente publicación de su segundo libro, «El cas del serrell» (Editorial Base), novela negra de aroma clásico repleta de personajes que desprenden verdad y en la que destripa el negocio musical y sus contradicciones; un terreno que el autor, responsable durante una década del sello independiente Bip Bip Records, conoce de primera mano. Hablamos con Gil acerca de su nuevo libro y sobre creatividad, piratería y música pop.

Esta es tu segunda novela después de “Pista lliure”, publicada hace dos años. Qué diferencia principal has encontrado, como escritor, a la hora de encarar ambos trabajos?
Si escribir fuera un asesinato, podría decir que en el primer libro maté sin premeditación y en el segundo mato de forma deliberada. «Pista Lliure» lo empecé sin la voluntad de que se conviertiera en un libro, más bien fue una necesidad imperiosa de expresarme por escrito. Di a luz pequeños relatos, flashes de momentos vividos en el entorno del movimiento mod. Después, con la cabeza más fría, me di cuenta que los relatos guardaban una unidad. Entonces, terminé de darles forma mediante una línea argumental. «El cas del serrell» fue concebido de manera muy diferente, con una pizca más de oficio; por este motivo tiene una estructura más «novelística». Piensa que ver mi primer libro editado fue toda una sorpresa y que después vinieron más sorpresas al ver que de verdad gustaba y recogía buenas críticas. Todo ello me animó a tomármelo en serio, y para escribir el segundo me vi obligado a planear.

¿Qué te empujó a escribir?
Todo partió de un cóctel de desengaños sentimentales y musicales. La desesperación me llevó a hablar de lo que había experimentado a lo largo de treinta años sobre los escenarios, y también del coste personal que representaba vivir la música con tanta intensidad. Entonces representó una especie de exorcismo. Por otra parte, no depender de nadie para dar salida a mi creatividad también me seducía, no tener que discutir con el cantante o músico de turno me hizo sentir libre por primera vez.

Por tu trayectoria, es evidente que conoces muchas interioridades del negocio musical, es decir, sabes de qué hablas en la novela. Además, al inicio escribes una nota donde reconoces que los parecidos entre la realidad y la ficción, aquí, no son coincidencias. Hasta qué punto has tirado de esta realidad?
Pienso que los escritores siempre hablamos de nosotros mismos, y si no es lo que hemos vivido, es lo que hemos imaginado. Treinta años de relación directa con el negocio dan para mucho. He sido músico, editor y he tenido un montón de experiencias que me han servido para caracterizar todos los personajes del libro. También he tirado del anecdotario que, como puedes imaginar, es extenso. Por ello, la novela es una mezcla de hechos reales novelados y de otros sólo imaginados que construyen una investigación ficticia del todo.

Has encontrado a personas que se han reconocido en la novela y te lo han dicho?
Los más reconocibles son los personajes reales que salen, que son los que salen mejor parados. El resto, los ficticios, tienen mucho de personas que he conocido o, más bien, de ciertas actitudes, adicciones y maneras de expresarse. Un día encontré dos lectores enfrascados en una discusión respecto a la identidad de los personajes ficticios de la novela, y este hecho me hizo muy feliz, es un orgullo conseguir que los personajes parezcan tan reales como para crear controversia.

Novela negra. Por qué este género?
Una de las razones es que soy un gran amante del género. Al concebir la novela, mi intención era hablar de la creación intelectual, que es lo que siempre me ha interesado, pero también de la manera como es valorada por las instituciones, por la sociedad y por los mismos creadores. La novela negra me permitía plantear un conflicto y verter una serie de personajes en su resolución. Unas canciones son robadas y alguien quiere enriquecerse gracias al esfuerzo intelectual de otro. Soy consciente de que el hecho que las autoridades investiguen un delito como éste es bastante irreal, pero también yo tengo derecho a imaginar un mundo perfecto, ¿verdad?

¿Qué libros o autores de este género figuran en un lugar preferente en tu estantería?
Los clásicos: Conan Doyle, Vázquez Montalbán, Andrea Camilleri, Agatha Christie, Simenon, la colección de Cua de Palla que leí de bolo en bolo a partir de los ochenta… Sin olvidar a sus personajes, a los investigadores de estas novelas, que en «El cas del serrell» tienen un tratamiento de personaje real.

Te has inspirado en algún otro inspector de ficción para construir la figura del inspector Sacalm?
No de manera consciente. Quería un personaje fracasado, condicionado por un pasado y por una realidad incómoda. Alguien tan alejado de la creación que se viera obligado a ponerse al día, y que su búsqueda sirviera para hacer comprender al lector los mecanismos de la composición y del esfuerzo que representa.

Uno de los temas principales de la novela es el de los derechos intelectuales. Crees que la sociedad y el consumidor medio podría cambiar el cada vez más enquistado concepto de la música como un bien gratuito? Lo crees posible en un país como el nuestro, líder en Europa en cuanto a la piratería, y con la actual situación de crisis más la subida del IVA cultural?
Me preocupa la poca consideración que desde siempre han tenido las administraciones hacia la cultura, sobre todo en lo que respecta a la creación musical. El caso del IVA es un buen ejemplo. Piensa que un concierto, un instrumento o un disco tienen el mismo impuesto que un coche de lujo. Esta consideración institucional es la que después intoxica a las personas. Es difícil, pues, hacer comprender a la sociedad que hay gente que crea y que es de ley que su trabajo sea retribuido.

¿Hasta qué punto te ha ayudado el hecho de haber tocado en bandas como Brighton 64 y Top Models a la hora de crear el grupo ficticio que aparece en la novela?
Me sirve de mucho, yo diría que ha sido fundamental. En general estoy aburrido del tratamiento que se da a la música pop en la literatura y en el cine. Casi nunca se ajusta a la realidad. Por el contrario, «El cas del serrell» está escrito desde dentro, y creo que este hecho es uno de los puntos fuertes del libro.

El personaje de Jaume Cuscó es una persona bastante resentida con el mundo del negocio musical. Tú mismo has dirigido un sello independiente, Bip Bip Records. Acabaste un poco cansado? Cuánto hay de ti en el personaje de Cuscó?
Sí, debo decir que estoy cansado y resentido con el negocio. Me considero más bien del bando de los creadores. Me he visto obligado, para dar salida a mis trabajos y a los de otros grupos que me gustaban, a editar, a trabajar en sellos independientes a lo largo de veinte años. Reconozco que no me satisface. No tiene nada que ver la magia de la creación musical con el resultado final del proceso. Mal que me pese, hay mucho de mí en varios personajes, pero más que en el de Cuscó, en el de Gilbert Giner, que es una especie de alter ego.

Si tuvieras que elegir uno de los dos mundos, con cuál te quedarías, con la música o con la literatura?
Esto es como preguntarle a un niño si quiere más a su madre o a su padre… Ambas cosas me apasionan y espero que siga así por muchos años. A pesar de todo, en este país parece difícil hacer la música que hacemos ahora mismo con Brighton 64 si no tienes entre veinte y treinta años. En un futuro me imagino más escribiendo que no encima de un escenario. Pero nunca se sabe.

Author

David Sabaté

Periodista cultural, colaborador de Mondo Sonoro desde 2001 y apasionado del cine, los libros y la música. Ha pasado por medios como El Periódico de Catalunya, Rockzone o Catalunya Ràdio. Filias: David Bowie, Black Sabbath, John Carpenter y el Festival de Cine de Sitges, al que acude desde que tiene memoria.
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