Roadburn Festival 2013. 18/19/20-04-2013. Tilburg, Holanda
Roadburn es posiblemente uno de los mejores festivales de Europa. Y escribir sobre lo vivido allí requiere cierta digestión. Año tras año, peregrinamos hasta Tilburg (Holanda), centenares, miles de amantes de los sonidos más underground. Con un cartel plagado de grupos que difícilmente se dejaran caer por nuestro país, Roadburn es sinónimo de propuestas de calidad y de los riffs más pesados sobre la faz de la tierra. A parte de las bandas que encabezan el cartel, su atractivo radica en la infinidad de propuestas que probablemente desconozcas y que, tras una vivencia difícil de procesar en tiempo real, dan paso a aumentar el repertorio musical que amas. Texto y fotos de Tamara G. Cisneros. Ilustración de Andreu Zaragoza.
La salas del 013 y la reconvertida iglesia Het Patronaat acogen durante 3 días (cuatro si puedes quedarte al Afterburner, una jornada adicional con menos bandas y afluencia de público) una ecléctica mezcla de personal bañada de tatuajes y parches con logos de bandas en una inabarcable marea teñida de negro. La organización de la autoproclamada «Home Of The Riff» es impecable, con varias salas cercanas entre sí, y una interesantísma sala de merchandising a la que es imposible resistirse: material de todos los grupos que tocan y una oferta adicional de cd’s y vinilos de los principales sellos, incluido el del propio festival. Bajo sus cimientos, una sala adicional acogía el sábado la selección de proyecciones inéditas del líder de Electric Wizard, banda comisionaria de esta edición: una mezcla de cine bizarro, grotesco, erótico y ocultista en un ambiente decrépito al que numerosos rezagados acudían a fallecer en busca de su último destino extrasensorial. Quizás el único punto «negativo» del festival sea la certeza de que vas a tener que sacrificar algunas bandas, así que la dolorosa selección prima en función de las prioridades de cada uno. Esta fue la nuestra.
Jueves
La primera jornada de cualquier festival suele ser difícil. Problemas logísticos nos impidieron disfrutar en su totalidad de la propuesta post-rock experimental de mis tocayos belgas The Black Heart Rebellion, que presentaban su nuevo disco «Har Nevo», una apuesta alejada de su post-hardcore primigenio y muy aclamada por la crítica, probable catapulta para su asistencia en la presente edición. Les siguieron los americanos Pallbearer, presentado su debut “Sorrow And Extinction”, considerado por este blog como uno de los mejores discos del año pasado (puedes consultar la selección de lo mejor del 2012 según Goliath Is Dead aquí). El cuarteto de Arkansas y su épico homenaje al doom más primitivo sellaban la entrada al universo psicódelico que representa Roadburn. A medias accedimos también a la propuesta post-metal de The Atlas Moth, que tuvieron unas palabras para el recientemente fallecido bajista de Deftones, Chi Cheng.
La litúrgica sala Het Patronaat, con sus vidrieras eclesiásticas, estaba a punto para la presentación de otro de los discos destacados del 2012 según distintas publicaciones -incluído Goliath Is Dead-, “CVI” de Royal Thunder. Una visita obligada para aquellos que seguimos con pasión la escena metal y hard rock de Atlanta y Savannah (de la que han brotado, entre otros, Mastodon, Kylesa o Baroness). El groove del cuarteto de Georgia, con la cautivadora voz de MIny Parsonz, nos atrapó. Cerraron con los riffs in crescendo de la contagiosa ‘Blue’. Un impecable directo. Les seguiremos de cerca.

Un cartel anuncia la prohibición de realizar ‘stagediving’ en todos los recintos del festival. Que se cumpla es otra cosa.
Nos desplazamos de nuevo a la Main Stage, que tenía que acoger el directo de uno de los grupos estrella de esta edición, High On Fire. Mientras, sonaban las últimas notas del drone experimental de Gravetemple, rodeados de verenadores del ruido en pleno trance, seguramente extasiados ya por una (o varias) sustancias psicotrópicas a las que recurren algunos asistentes al festival.
La primera actuación de los californianos liderados por el carismático Matt Pike estuvo a la altura de las expectativas. Repasaron por completo su álbum debut, «The Art of Selfdefense», con una sala principal llena hasta los topes y entregada al máximo. Headbanging por doquier. Sonido crudo, sucio, primitivo, sin aditivos. El desgarro de las cuerdas de Matt sonaba contundente dejando claro, por si a alguien le quedaban dudas, de que este festival es el sitio idóneo para escuchar un concierto con la potencia de High On Fire. Mike, al parecer, recuperado de los estragos vividos en el último Primavera Sound, cambió el sabor de la cebada por la naturalidad del agua mineral. El broche a tan pefecta puesta en escena vino de la mano de un clásico, la versión de «The Usurper» de Celtic Frost, que acabó de extasiar a un público entregado al límite.
Acabamos la jornada con los irlandeses Primordial, con un escenario principal a medias, seguramente atraído por otras propuestas de interés en salas de menor tamaño (Mournful Congregation, Lord Mantis). Su mezcla de black metal y folk irlandés tabernero se ganó la aprobación de los allí presentes. El carisma de Alan Averill «Nemtheanga», acicalado con sus habituales pinturas de guerra, logró que «The Coffin Ships» sonara cual himno con cientos de manos y puños en el aire, mientras se entregaba a una botella de vino de dudosa procedencia y una Jameson que dejó al límite de sus centilitros. Bien hubieran merecido una sala más llena. Gran apuesta para cerrar una primera jornada más que intensa que permitía vaticinar una de las ediciones más interesantes del evento.
Viernes
Estrenamos la segunda jornada con el jovencísimo trío finlandés Tombstoned. Un cantante embriagado por la fiebre no les impidió dar una lección macarra de buen stoner clásico, muy digno y convincente, constatando que, a pesar de tener sólo una demo y un 7″, seguro van a dar mucho que hablar en un futuro no muy lejano.
Nos dirigimos poco después a engrosar las filas del público que esperaba con mucha expectación a los ingleses Uncle Acid and the Deadbeats, que en tan sólo cuatro años y con tres discos a sus espaldas, dejaron bien claro que su rock psicodélico estaba a la altura de las expectativas. Amantes del ocultismo y ataviados con indumentaria setentera, regalaron distorsión a mansalva. Se estrenaron con «I’ll Cut You Down», nos hicieron vibrar con «Poison Apple» y sellaron su set con «Vampire Circus», de su primer disco. Su stoner y doom encajaban a la perfección con un degoteo constante de proyecciones que recorrían desde fiestas bañadas en LSD, montañas nepalíes, moteros a la carga y películas de los 70 sobre quemas de brujas hasta primeros planos reiterativos de la desaparecida Sharon Tate, hipnotizada tras la enfermiza mirada superpuesta de su verdugo Manson. Delirio.
Desconectamos un poco del viaje de los Uncle con una de las propuestas del artista residente Neige, que actuó cada uno de los tres días con grupos de los que forma parte. Pudimos verle ese día con Les Discrets, banda en la que toca el bajo en los directos, y su interesante propuesta post-rock para amantes del folk oscuro y la música ambiental en general. Y aún quedaba lo mejor de la jornada: presenciar a los grandísimos Electric Wizard en un escenario hecho a medida, y a los inabarcables Amenra, con un show que difícilmente se desprenderá de las retinas y oídos de todos los que nos entregamos a su actuación.

Fotomontaje de las proyecciones del concierto de Electric Wizard. Autor: Tamara G. Cisneros (http://tamcisneros.tumblr.com/)
Con una sala llena, esperando ver a uno de los platos fuertes de esta edición, apareció la banda que lidera Jus Oborn, en esta ocasión contando con el estelar regreso de Mark Greening a las baquetas. Con «Return Trip» dieron comienzo al que sería uno de los mejores conciertos del festival, envueltos en un aureola de marihuana, con cerca de dos mil miradas centradas en un escenario amparado por sus habituales proyecciones perturbadoras. Antes de atacar «Satanic Rites of Drugula» interactuaron con el público vociferando «We’re fuckign high! Are you fucking high?!». Inmensos, demoledores cual apisonadora forzada al límite, desgranaron un doom exquisito, sucio, denso, monolítico, tal y como debe sonar. El público entonaba las letras de «Legalise Drugs & Muder» moviendo las cabezas al unísono. Miraras donde miraras la entrega era total. Pusieron el broche con «Funerapolisis» y «Dropethrone», con sus míticos y pesados riffs. El concierto dio hasta para algún stagediving, pese a la prohibición que impera en la sala. Una hora y veinte de concierto difícilmente superable. Electric Wizard ejemplifica el leit motiv de este artículo, un viaje psicotrópico a la densidad sonora.
Por si la experiencia vivida fuera poco, culminamos la segunda jornada con la opresiva propuesta de Amenra. Tras una cola quilómetrica para entrar en Het Patronaat, el ambiente litúrgico cargado de incienso que dejaba a su paso Goat preparaba el emplazamiento idóneo para la actuación de los belgas, habituados a tocar en capillas e iglesias. Con una sala sumida en la penumbra, arrancaron con «The Pain. It Is Shapeless. We Are Your Shapeless Pain», aunque la piel de gallina hizo su aparición con la inmensa «Dearborn and Buried», de su último álbum. Era tal la intensidad de temas como «Boden» que es imposible olvidar la vibración que te recorría todo el cuerpo, de pies a cabeza, sintiendo reverberar cada órgano, hipnotizados por la voz de Colin H van Eeckhout -que cantaba de espaldas y nos mostraba su inclasificable tatuaje-. Epílogo inmejorable: «Silver Needle. Golden Nail», con la que, tras una intro atmosférica, nos hicieron descender a las entrañas de la sala-iglesia, al mismísimo infierno. Apenas sesenta y cinco minutos de extremismo sonoro a flor de piel. De lo mejor del festival. Fue como un puñetazo directo al estómago…. Y aún nos quedaba un día más por delante.
Sábado
Y encaramos el tercer y último día de festival (para nosotros) con una jornada soleada, gente entregada al sol, terrazas llenas, porros y birras en las inmediaciones de la sala. Llegamos a medio concierto de Alcest, otro de los grupos en los que milita el citado artista residente, Neige. Interpretaron su último álbum «Les Voyages de l’âme» al completo, reproduciendo sus habituales letras oníricas.
Nos situábamos ya para uno de los platos fuertes de la jornada, la actuación de los suecos Cult of Luna. En una atmósfera opresiva, con mucho humo, apenas iluminación y la intuición de que a sus espaldas se proyectaba la imagen de su último disco, «Vertikal», Klas Rydberg desgarró las primeras notas de «I: The Weapon» tras la intro bladerunniana de «The One». A pesar de un comienzo un tanto frío, la entrega fue total. Nos atraparon con inmensos temas que quedarán para el recuerdo: «Ghost Train», «Owlwood», «Vicarious Redemption» o la inabarcable «Finland», que tuvo en esa sala su puesta a punto ideal. Pusieron el broche a un concierto épico con la atmosférica «In Awe Of», con la que sonaron titánicos, demostrando la excelente sintonía entre los siete miembros de la banda y su perfecta compenetración en esos habituales temas complejos cargados de matices. Demostraron ser claros merecedores de encabezar la vanguardia del metal experimental.
Y, por segunda vez, llegó el momento de la apisonadora High On Fire. Su segunda actuación fue, para nosotros, una de las mejores del festival. Tormenta de rayos y truenos. Mazazos como «Devilution». Frenesí en la sala. Con joyas de la talla de «Madness Of An Architecht», Matt desgranaba sus riffs más pesados. Cuellos dislocados. Entrega. Sludge sucio y primigenio. Nos golpearon una y otra vez con temas de la talla de «Eyes and Teeth». Puñetazo. «Rumors of War». Revés. «Frost Hammer». Derechazo. «Snakes For The Divine». KO final. Los californianos se ganaron una de las ovaciones más aclamadas del festival. Un concierto que no tuvo punto álgido porque todo el bolo fue de una absoluta intensidad, al límite. Decir que nos quedamos anestesiados tras semejante doble ración de furia es decir poco.
Muy a nuestro pesar, sacrificamos la actuación de los black metaleros Ash Borer, con una sala llena hasta los topes, y apuramos para coger sitio para la descarga de Godflesh y su pionero metal industrial. Repetían en Roadburn y, aunque es casi imposible superar un disco de la talla de «Streetcleaner», ofrecieron una excelente actuación repasando su álbum «Pure». La sorpresa la dio Robert Hampson (Loop), que se sumó a Broadrick y Green dando un toque psicodélico al sonido crudo de esta mítica banda. Su habitual ración de ritmos cíclicos, hipnóticos y machacones nos dio tan solo una breve tregua, visita al backstage mediante, tras la que regresaron para pulverizar nuestras castigadas mentes con «Pure II». Y es que el cansancio de tres días de concierto empezaba a hacer estragos y, a medio concierto, la mitad de la sala empezaba a dejarse caer por los interminables escalones del Main Stage.
El último aliento del festival. La sala grande se llena a rebosar de gente que llega, se sienta, toma sus ultima cervezas… La densidad del bajo de Endless Boogie deja claro que la psicodelia toca a su fin. Días despues se prolonga la resaca del Roadburn, tarareas esas notas y recuerdas esas imágenes que perduraran en tu memoria hasta el año siguiente. Esperamos impacientes.
Texto y fotos: Tamara G. Cisneros
Ilustración de Andreu Zaragoza