Lo bueno -y lo malo- del Primavera Sound es que te lo haces a tu medida. Bueno porque hay donde escoger sean cuales sean tus gustos; y malo, porque a veces la selección responde también a la imposibilidad de doblarse, digo, quintuplicarse en un recinto y una programación inabarcables.
En todo caso, uno siempre tiene claros “sus” cabezas de cartel, aquellos conciertos que hay que ver enteros, los platos principales de un inmenso menú degustación.
Los míos estuvieron encabezados, el primer día, por Queens of the Stone Age, quienes cumplieron sobradamente aunque parecían haber adaptado su setlist a una audiencia más pop de lo habitual: con “No One Knows” en segundo lugar se ganaron al público menos familiarizado con su propuesta; una táctica que prolongaron con piezas como “If I Had a Tail”. Su actuación fue de menos a más, coronándose con temas más contundentes como “Go With the Flow”.
Sin embargo, los triunfadores del jueves a nivel popular fueron Arcade Fire, empezando con “Reflektor” y desplegando su batería de hits épicos e infalibles. Future Islands sonaron bien y contagiaron con sus melodías de pop melancólico y los bailes imposibles de su frontman Samuel T. Herring, habrá que verlos en sala en octubre. Y el hardcore de Touché Amoré nos arrolló combinando fuerza y sentimiento.
El mejor directo de la segunda jornada lo firmaron los noruegos Kvelertak, encabezados por Erlend Hjelvik, una suerte de Andrew W.K. poseído por el dios nórdico del black metal. Su show sonó claro, intenso y aplastante; una retahíla de fogonazos hardrockeros con trazas punk y black, buffet libre de riffs y blastbeats, y cambios de ritmo incesantes que nos dejó sin aliento.
Lo mismo sucedió con Nine Inch Nails, para mi la mejor actuación del festival con diferencia. Con una puesta en escena sobria y apabullante a la vez y un sonido perfecto, Trent Reznor lideró una actuación majestuosa, soberbia e intimidante; la conjunción perfecta entre rock y electrónica. Oscuros y melódicos; potentes y detallistas; todo sonó en su lugar, y casi podías podías sentir las evoluciones de un sonido con cuerpo, rugoso, y plagado de matices. De «Copy of A” y “March of the Pigs” a “Wish”, “Head Like a Hole” o “Hurt”, nada falló. A otro nivel.
Completaron los aciertos Jesu y su rocoso y atmosférico showgaze industrial; y Cold Cave, bailables, envolventes y lúgubres al mismo tiempo.
Entre las decepciones, Deafheaven, con buena actitud pero un sonido lineal y embarullado que deslució los aciertos de su último y alabado disco; Volcano Choir, con un Justin Vernon algo perdido entre tanto efecto de voz; y unos Pixies anémicos que salvaron los muebles gracias a un cancionero incontestable.
Texto: David Sabaté
Crónica publicada en www.thisisunderground.com