Rock Fest Bcn. Fechas: 4 y 5 de julio. Lugar: Parc de Can Zam (Sta. Coloma de Gramenet, Barcelona). Promotor: Rock’n’Rock
Casi de la noche a la mañana nos hemos encontrado con ¡tres! festivales de metal en la ciudad de Barcelona. De cero a tres. No está mal. Dos han coincidido en fechas, este Rock Fest y el Metal Fest del Poble Espanyol, y una semana después llegó el Be Prog! My Friend. Algo inaudito y con apenas precedentes recientes (las dos ediciones del Sonisphere en 2009 y 2013). Este Rock Fest, el mayor y más multitudinario de los tres, acogió a miles de personas en el Parc de Can Zam de Santa Coloma de Gramenet. Notable organización, espacio y sonido adecuados, y un cartel eminentemente clásico que ha combinado destacados nombres estatales e internacionales.
Viernes 4 de julio
Lacuna Coil es un grupo que siempre funciona en directo y, a pesar de tocar a primera hora, buena parte de sus fans estaban dispuestos a escuchar como la bella Cristina Scabbia cantaba “Swamped” o esa gran tema que es “Heaven’s a Lie”. Stratovarious y Medina Azahara sorprendieron gratamente: los de Helsinki lograron continuar con el buen sabor de boca que habían dejado los italianos y los segundos establecieron una conexión total con el público logrando que hasta un servidor apreciara su directo y viera lo excelentes músicos y compositores que son. Toda la audiencia, sin excepción, coreó temas como “Necesito respirar” sin olvidar ni una sola letra.
En la misma línea, lo de Barón Rojo fue una auténtica fiesta, además de otra buena muestra de la historia del rock patrio. Muchos asistentes parecían haber ido a verles a ellos. Algo justos de voz en algunos momentos, la guinda la pusieron con “Todos los rockeros van al infierno” y la frase “mi rollo es el rock” convertida involuntariamente en máximo leit motiv de esta primera edición.
En la carpa pequeña, dos bandas destacaron en la primera jornada: Ktulu y Napalm Death. Los primeros ofrecieron un buen concierto recordando temas de todos su discos y acabando con un apoteósico “Apocalipsis 25D”. Los segundos, bueno, qué decir de ellos. Si los has visto alguna vez, sabrás que la experiencia resulta difícil de describir: verles es como situarse en medio de un torbellino de decibelios, en un bombardeo, en una pelea por la supervivencia en mitad del caos.
Con un Mitch Harris prodigioso a la guitarra y segundas voces, desgranaron pilares del grindcore como “Suffer the Children”, algún ejemplo de sus experimentos ligeramente más melódicos (“Greed Killing») y su versión, siempre necesaria, de “Nazi Punks Fuck Off”, de Dead Kennedys. Catárticos.
Junto a ellos, la otra banda más extrema del festival fue Kreator. En estudio, los germanos se han estancado en un cómodo estatus de nivel medio, reiterando en las formas y las maneras de su crudo thrash metal de los ochenta y facturando discos efectivos pero reiterativos; aún así, en directo siguen siendo una apisonadora.
Abrieron con “Phantom Antichrist” y ya nada les paró, excepto los propios speech del propio Mille Petrozza, muy hablador, aunque se le perdona por lucir una pedazo de camiseta de Bauhaus. Trallazos como “Coma of Souls”, Enemy of God”, «Flag of Hate” o “Tormentor” hicieron el resto.
Sábado 5 de julio
Tras la resaca del primer día empezamos la segunda jornada con el gran concierto de Angelus Apatrida, con David Álvarez encima del escenario tocando sentado debido al aparatoso accidente de moto de hace unos meses, y con los suecos H.E.A.T. marcándose uno de los mejores conciertos del día a base de hard rock, buen humor, la inclusión de su última balada, “Tearing Down the Walls” y haciendo guiños al “Rocknroll” de Led Zeppelin.
Simone Simons y Mark Jansen, es decir, los holandeses Epica, facturaron un show casi perfecto, donde la brutalidad de la voz de Mark nos recordó la década de los noventa, cuando el metal gótico convivía con el death metal en perfecta harmonía. Destacaron canciones como “Unleashed” y, como no, su hit “Cry For the Moon”, donde Mark se dejó las cuerdas vocales nota tras nota.
Mientras, en la carpa pequeña, donde se concentraron la mayoría de bandas tributo, Fast Sharks destacaron por su gran simbiosis con los alemanes Accept, aunque de todas las bandas de ese pequeño escenario hay que destacar a los locales Mean Machine, que han evolucionado mucho en un par de años y que con su primer disco, “Livin’ Outlaw”, han conseguido sacar un heavy riffero de sonido sucio a lo Motörhead.
En el escenario principal, Joakim Brodén de Sabaton, enfundado en su armadura de reflectores, sufría por el intenso calor de la tarde, pero ni eso pudo parar a los suecos, que empezaron con “Ghost Division” y no pararon hasta el último segundo de show. Seguramente, para muchos asistentes fueron los grandes triunfadores de este día.
Sobre el concierto de Los Suaves poco hay que decir, solo destacar la profesionalidad de sus músicos y la poca vergüenza de Yosi para salir al escenario muy perjudicado, sin voz y con miembros de seguridad aguantándolo cuando se acercaba a los márgenes del escenario para que no cayera al foso. No me extraña que ni se presentase a la posterior sesión de firmas. Pero tranquilos, que esta no fue la única decepción del día.
Gamma Ray ejecutaron un buen concierto. Kai Hansen recordó sus tiempos en Helloween con “I Want Out”, aunque eso de interrumpir todo un clásico con partes reggae de The Police, pues como que no nos convence del todo. Tras contraatacar con “To the Metal”, cerraron con un “Send Me a Sign” que hizo cantar a voz viva a gran parte del recinto.
Twisted Sister salieron al escenario con media hora de retraso debido a algunos problemas de sonido y, a pesar de que no nos regalaron su mejor concierto, dejaron en ridículo a los que vendrían después. Celebraban el 30 aniversario de la edición de su popular “Stay Hungry” y, lógicamente, “We’re Not Gonna Take It” (o “Huevos con aceite”, si lo prefieren) sonó y se coreó como nunca. Animal Mendoza aporreaba su bajo y Dee Snider lo dejaba todo sobre el escenario. Mención especial para la versión del “Born to Raise Hell” de Motörhead, dedicada a Lemmy, que sigue enfermo y no lo está pasando nada bien.
Llegó el turno de de los cabezas de cartel, Manowar. Y hasta aquí deberíamos hablar porque su concierto fue un esperpento. Y mira que los he visto veces desde principios de los noventa, pero esta vez ofrecieron un espectáculo ridículo. Un show basado en un gran disco como “Kings of Metal” debería ser una fiesta continua y no una constante debacle. Cada dos temas, parón de 15 minutos para poner videos sin sentido, autohomenajes innecesarios en mitad de un show, solos de guitarra horribles y todo ello con la guitarra de Karl Logan prácticamente inaudible durante todo el concierto.
Por si fuera poco, hubo cambios en las letras y proyecciones espantosas solo salvadas por los dibujos del gran Ken Kelly. Uno de los peores conciertos de la década que, a pesar de todo, no deslució uno de los nuevos festivales más prometedores (y necesarios) de Barcelona. Esperamos y deseamos ansiosos que se repita el año que viene.
Texto: David Sabaté y Eduard Tuset. Fotos: Eduard Tuset
Crónica publicada en www.mondosonoro.com