Weezer. «Everything Will Be Alright in the End». (Republic/Universal)
Ciertamente, hay pocas bandas que te inviten automáticamente a sonreír, a brindar y a abrazar a tus amigos, a practicar air guitar como posesos y a ver la parte luminosa de la existencia. No solo eso, que te elevan un palmo del suelo. En definitiva, que te hacen sentir inmensamente feliz. Si tuviéramos que quedarnos con una de ellas, probablemente elegiríamos a Weezer. Aunque no siempre ha sido así.
Su primer disco fue un estallido de júbilo e ingenuas melodías naíf –aunque sus letras de ingenuas nunca han tenido nada- bañado por una distorsión post-grunge que daba forma a un conjunto embaucador, retro pero fresco y de cualidades curativas instantáneas y prácticamente mágicas. Tras un segundo disco, «Pinkerton«, más retorcido y oscuro, casi como una reacción a su debut, pero igualmente magistral, volvieron a la senda luminosa con el conocido como «Green Album» y, aunque publicaron un disco rojo de por medio, no ha sido hasta ahora, diez años después, que retoman el hilo prodigioso de su sonido más característico, inspirado e inspirador. Alegría máxima.
Gran parte de la explicación la encontramos en un dilatado periodo de composición, rompiendo con la tendencia que habían adoptado en sus tres anteriores discos, a uno por año, y al hecho de haber contado de nuevo con Ric Ocasek como productor tras la gratificante experiencia de sus citados primer y tercer disco.
El resultado colma con creces las expectativas de principio a fin, ofreciéndonos un catálogo sintetizado de los mejores Weezer. Aquí no sobra nada: empezando por la contagiosa apertura de «Ain’t Got Nobody, que anticipa el festival que está por venir; y siguiendo por la más sencilla pero aún así con miga «Back to the Shack»; la elaborada armonía de «Eulogy for A Rock Band»; «Lonely Girl», velado homenaje a Pixies; los falsetes cruzados de Rivers Cuomo y Justin Hawkins de The Darkness en «I’ve Had It Up To Here», pura sobredosis de endorfinas; la deliciosa mezcla de folk y metal de «Cleopatra»; la muy Beach Boys «Go Away», con la voz invitada de la líder de Best Coast Bethany Cosentino… y así hasta el guitarrero desenlace en tres actos de «The Futurescope Trilogy».
Si es cierto aquello que dicen que el estado de ánimo con el que empiezas el año determina los doce meses siguientes, este es el disco que tenéis que escuchar de principio a fin antes y después de las campanadas. Si tenéis sangre en las venas, y si habéis crecido en los noventa ya ni os digo, dibujará una sonrisa imborrable en vuestras caras. Palabra.
Texto: David Sabaté
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