Internet, exceso de estímulos, padres demasiado ocupados… Ser niño hoy en día no es fácil, como tampoco lo es, por los mismos motivos, el saludable y necesario arte de cultivar el niño que todos llevamos dentro.
Esta es una de las muchas funciones y virtudes de la animación inteligente y, hoy en día, esta tiene un nombre bien claro: Pixar.
¿Qué niño o niña no ha deseado tener entre su colección de muñecos el cowboy Woody o el astronauta Buzz Lightyear de “Toy Story” (1995), y qué adulto no ha recordado con cierta nostalgia su infancia y sus propios juguetes?
¿Qué criatura no ha querido tener una familia de superhéroes como la de “Los increíbles” (2004) y cuántos padres han sentido más de una vez que tenían poco menos que superpoderes para poder llegar a todo?
¿Qué chaval no ha imaginado vivir extraordinarias aventuras junto a un abuelo como Carl, el entrañable y anciano viudo de «Up» (2009), y cuál de vosotros no se ha emocionado con la siguiente escena de la película, prodigio de la síntesis narrativa y diseñada para emocionar?
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La empresa norteamericana de animación, fundada por John Lasseter i Steve Jobs en 1986 y fusionada con Disney el 2006, forma parte, ya hace años, de nuestro imaginario colectivo y ha contribuido a acercar aún más padres e hijos con una nutrida colección de títulos con altas dosis de calidad artística, valores positivos pero no retrógradas, criterio, humor, diversión y alicientes para públicos de todas las edades.
Cuesta creer que este monstruo del ocio y la animación digital fuera deficitario en sus primeros años, pero ha llovido mucho desde su presentación en sociedad con la mencionada “Toy Story” de Lasseter, el niño en un cuerpo de adulto y eterna camisa hawaiana y director creativo de la empresa, que ya antes había firmado el corto animado “La tostadora valiente” (1984).
Estrenada en el MoMA de Nova York y después de un exitoso itinerario internacional, hasta el 3 de mayo se puede ver en el CaixaForum Barcelona la exposición “Pixar. 25 años de animación”, una completa retrospectiva de la historia y evolución de esta literal fábrica de sueños.
Uno de los aspectos que más llama la atención al visitante es la desconocida faceta artesanal del proceso creativo de Pixar, ejemplificada en numerosos dibujos, pinturas, maquetas y storyboards surgidos de un auténtico núcleo de artistas de primera fila.
También impresiona el zoótropo creado para la ocasión, artefacto precinematográfico que anima figuras inanimadas basándose en el movimiento y la luz: ciertamente impactante.
I después, claro, está toda la parte técnica i tecnológica, donde descubrimos, por ejemplo, las enormes dificultades para tratar digitalmente el pelaje azulado que cubre el cuerpo de Sully en “Monstruos S.A.” o la complejidad para recrear las corrientes de agua de las cloacas en “Ratatouille”.
Por no hablar de los planteamientos iniciales de algunos proyectos y personajes, ciertamente curiosos y bastante alejados del resultado final.
La exposición permanecerá en el CaixaForum Barcelona hasta el 3 de mayo. Tanto si la visitáis en familia, con amigos o con la pareja, saldreis de ella sonrientes y con ganas de revisar algunos de los títulos, si no todos, de la factoria Pixar, el gigante audiovisual que ha conseguido unificar como pocos grandes presupuestos, públicos diversos, entretenimiento, arte e ingenio.
Y, antes de terminar, os dejo con las tomas falsas del final de «Monstruos S.A.«, uno de los mejores títulos de Pixar y una buena muestra de la exitosa ecuación de los estudios de animación.
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Texto: David Sabaté / Artículo publicado en catalán en el blog del Club TR3SC