
Cult of Luna. Foto de Eduard Tuset.
Podemos afirmarlo orgullosos: hemos estado allí. Para la mitad de los cuatro miembros de Goliath Is Dead que nos hemos desplazado hasta Tilburg (Holanda), esta era la primera vez que pisábamos el Roadburn Festival, pero ahora podemos dar fe de ello: todo lo bueno que se dice del festival es cierto; organización, infraestructuras, sonido espectacular, inmediaciones y, por supuesto, calidad de su programación musical. En este último campo, y, poniéndonos en una tesitura anímica doom, si es cierto aquello de que el mayor tesoro de alguien conforme pasan los años son sus recuerdos, de estos cuatro días nos llevamos para siempre unas cuantas vivencias que, seguro, rememoraremos hasta el momento final.
Jueves 14 de abril
Los suecos Cult of Luna fueron los encargados de estrenar el escenario grande, una sala 013 Poppodium renovada y ampliada que es el paradigma de sala de conciertos de medio formato. Espaciosa, cómoda, con múltiples accesos, y de visibilidad y acústica perfectas -ya sea desde la pista, las gradas o el anfiteatro-.
Ante un juego de contraluces de colores cambiantes, las siluetas del septeto entonaron las primeras y solemnes notas del ‘Marching to the Heartbeats’, primera pieza de su disco del 2006 Somewhere Along the Highway, que venían a repasar entero con motivo de su décimo aniversario. Una buena jugada por parte de la organización para asegurarse una buena entrada un jueves a las tres de la tarde. La intensidad estalló con ‘Finland’, poderosa, gigantesca y una de las mejores piezas de ese álbum, discutido en su momento por marcar un punto de inflexión en su sonoridad.

Cult of Luna. Foto de Eduard Tuset.
Los contrastes comprendidos en él han crecido con el tiempo en riqueza y emotividad: desde el riff central de ‘Back to Chapel Town’ hasta el dark folk de ‘And With Her Came the Birds’ o el bello y ensoñador post rock de ‘Dim’ y ‘Dark City Dead Man’ -cuyo bucle final marcó la primera de las múltiples apoteosis hipnóticas del evento-. Visto en directo de principio a fin, todas las críticas pasadas al álbum se antojan ahora algo infantiles y miopes.
Les siguieron The Skull con su aleación de doom y heavy metal, voces limpias y agudas, cambios de velocidad y esencia clásica. Un cambio de registro notable que no congregó a tanto público y que se repetiría al cierre de la siguiente jornada.
En la contigua Green Room -imaginen un Razzmatazz 3 algo más grande- Usnea nos sorprendieron con su alternancia de doom arrastrado y black vertiginoso, voces guturales y largos desarrollos instrumentales. El ojo-sol proyectado al fondo observaba a todos los presentes mientras de sucedían notas reverberantes, marcados downtempo y voces rasgadas a lo Attila Csihar.

Cult of Occult. Foto de Eduard Tuset.
En la segunda sala más grande después de la 013, Her Patronat, una antigua iglesia reconvertida en sala de directos con techo de madera y coloristas vidrieras, presenciamos una de las descargas más intensamente violentas del programa: Cult of Occult arrancaron
con un acople ultragrave que reberveró en nuestras cajas torácicas mientras se sucedían proyecciones algo alucinadas de caras temblorosas y miradas abyectas.
La luz del sol entrando por los ventanales daba un aspecto onírico a la escena: una iglesia repleta rindiendo culto a lo oculto, una misa negra de colores luminosos al compás subterráneo de un fúnebre amasijo de riffs sepultados en distorsión. Baquetas en forma de cruz invertida y mantra doom adentrándose en nuestro sistema motriz, las siluetas de sus miembros encapuchados recortadas ante imágenes subliminales de horcas, iglesias y rastros de adicciones varias. Sus crescendos sostenidos de ira concentrada sonaron peligrosos y liberadores.

Hexvessel. Foto de Eduard Tuset.
Con Hexvessel suavizamos revoluciones. Los finlandeses desplegaron su folk psicodélico y ampuloso y sus maneras hippies para hablarnos de conexión espiritual con la naturaleza y el cosmos. Arrancan ágiles (‘Transparent Eyeball’) para adentrarse pronto en bosques frondosos, guiados por la angulosa voz de Mat McNerney y salpicados por trompetas fantasmales.
En un momento del show, el propio cantante comentó: «Es un placer estar de nuevo en familia. Gracias por acogernos en este festival que eleva la música a otro nivel, casi religioso, en especial en estos tiempos de devaluación musical. Felicidades». E introdujo ‘Cosmic Truth’ con un comentario a la altura: «Ésta es una canción sobre el amor verdadero y los viajes en el tiempo». Casi nada. De mayores queremos ser como él.

Converge. Foto de Eduard Tuset.
Llegó uno de los momentos más esperados de la jornada: Converge interpretando íntegro su referencial Jane Doe, clásico del hardcore más extremo y rompedor. Sólo si has experimentado en carne propia uno de sus directos sabrás lo que significan: una catarsis de caos sonoro medido al milímetro, de intensidad inexplicable y sonido único e imitado. «Are you ready for this?», comentó Jacob Bannon empuñando el micro como si le fuera la vida. Y no bromeaba. Creíamos estar preparados pero el impacto fue igualmente demoledor: desde la explosiva ‘Concubine’ y la devastadora ‘Fault and Fracture’ hasta el más épico y melódico tema título, pasando por el díptico ‘Phoenix in Flight’/’Phoenix in Flames’, espiritual el primer corte, aterradoramente convulso el segundo.
El tono contrastó con su buen sentido del humor: felicitaron a su técnico de sonido por su cumpleaños y su guitarrista original, Stephen Brodsky, se sumó a la fiesta. Constatamos dos cosas tras verlos: que Bannon sigue siendo una bestia escénica y que Jane Doe, como las grandes obras, no ha envejecido nada en quince años.
Bajamos de tempo pero no de brutalidad con The Body, quienes abrieron con un ruido parecido a un sample en bucle de vías de tren distorsionadas con batería encima al que se sumaron los impactantes gritos de su «cantante», con un registro cercano al griterío de un tocino con sobrepeso al que están degollando en vida. Salvajismo extremo al que le sentaba fenomenal la frase proyectada como telón de fondo: I want nothing but death.

Mispyrming en Roadburn 2016. Foto de Eduard Tuset.
Una de las sorpresas del presente año ha sido la exportación black metal de Misþyrming. Los islandeses practican un sonido crudo y clásico pero con toques distintivos y más modernos en cuanto a composición que hacen que su propuesta funcione de manera insospechada en directo. Les veríamos más veces durante este largo fin de semana, pero se estrenaron en el festival interpretando su nuevo e inédito segundo álbum, Algleymi, de una manera tan abrumadora que parecía que llevaran tocándolo toda la vida. Aún alucinamos con la gran acogida obtenida durante todo el festival.
Aunque uno de los momentos más esperados de los que hacemos realidad este blog era el concierto de Paradise Lost repasando de forma íntegra Gothic, piedra angular del gothic doom y clásico imperecedero del metal extremo. Tras verles en su última gira sabíamos que estaban en forma, pero aún así nos sorprendieron con un show a la altura de su citado hito musical.

Paradise Lost. Foto de Eduard Tuset
Tras pinchar la outro ‘Desolate’ a modo de intro, los británicos interpretaron todos los temas del disco en su mismo orden, recuperando piezas que no habíamos escuchado nunca en vivo, como la cruda ‘Dead Emotion’, el marcado riff de ‘Falling Forever’, la instrumental ‘Angel Tears’, que no habían tocado nunca en directo.
Nick Holmes parece estar más seguro en el registro gutural que en las tesituras más rasgadas con las que empezó a jugar a partir de ‘Shades of God’ o ‘Icon’, ambos trabajos igualmente brillantes. De hecho, tras la emocionante ‘The Painless’ -piel de gallina-, rellenaron el set con otra media docena de piezas maestras, y sólo mostró dificultades a la hora de encarar algunos tramos de ‘Hallowed Land’. La acompañaron ‘Embers Fire’, ‘Pity the Sadness’ -que dedicaron a Lee Dorrian-, ‘Hope in Sight’, ‘As I Die’ y la sublime ‘Beneath Broken Earth’, de su último disco, con la que afirmaron cerrar un círculo con Gothic. Reverencia.

Abysmal Grief en Roadburn 2016. Foto de Eduard Tuset.
Aún tuvimos fuerzas para enfrentarnos a los italianos Abysmal Grief y su doom clásico con tintes ocultistas y teclados a cargo de su vocalista Labes C. Necrothytus, con un sonido que nos recordó a unos primitivos coetáneos suyos, Death SS. Su descarga, llena de imaginería cristiana, sonidos fantasmagóricos y luces rojas, nos sirvió para adentrarnos en la esencia doom seña del festival desde sus orígenes.
Texto: David Sabaté y Eduard Tuset / Fotos: Eduard Tuset