
Subrosa. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
Han pasado tres semanas desde su finalización y aún estamos asimilando y digiriendo todo lo visto en el Roadburn Festival 2017. Y no precisamente por su cantidad de propuestas, que también, sino por la calidad de las mismas: hay festivales mucho mayores que fomentan infinitamente más el all you can eat, pero pocos con tanta sustancia como la cita holandesa.
Roadburn 2017: Jueves 20 de abril
La primera de las cuatro jornadas del evento estuvo marcada por las bandas norteamericanas, que coparon la programación del escenario principal de Poppodium 013. Crippled Black Phoenix, con tres guitarristas y un total ocho músicos, desplegaron su folk doom sureño con algunos momentos cercanos a Katatonia o a Solstafir, pero muchos otros en los que suenan decididamente a ellos mismos.

Deafheaven. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
Subrosa sorprendieron por lo compacto de su sonido y una puesta en escena solemne y extremadamente profesional: sus dos violinistas no parecían de otra época, las proyecciones, al contrario que otras bandas con tendencia a lo oscuro, sustituyeron cementerios y cuervos por vistas aéreas de barrios industriales, tsunamis a cámara lenta o las colinas de su California natal. Repasaron entero su último y celebrado For This We Fought the Battle of Ages y lograron ponernos la piel de gallina.
Wolves in the Throne Room, por su parte, resultaron hipnóticos, con sus secuencias de blastbeats y su característica muralla de sonido envolviéndonos. La velocidad de sus cortes y la extraña sensación de estatismo que desprenden nos hicieron flotar.

Coven. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
Coven resultaron algo decepcionantes en su primer show en Europa y el primero dos décadas de parón: un concierto indisimuladamente nostálgico, con algo de saludable autoparodia –su vocalista Jinx Dawson salió de un ataúd al principio del set– y con una banda competente intentando compensar la desafinada garganta de la cantante.
Desafiantes Deafheaven y atronadores Unearthly Trance, Ash Borer y Suma
Deafheaven saben que no caen bien en determinados círculos y, quizás precisamente por ello, su líder George Clarke salió desatado e intensificando aún más su repertorio de tics y gestos escénicos. Da igual. Sus temas son tan buenos, desde “Brought to the Water” o “Come Back” a “Dreamhouse” o “Sunbather”, en los que pasan del black más furibundo al post-rock o el slowcore con pasmosa naturalidad, que todo lo demás da un poco igual.

Unearthly Trance. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
En paralelo, la sala contigua Green Room acogió descargas nada subestimables como la del trío Ash Borer y su black metal atmosférico y abrupto de velocidades cambiantes, voces guturales y esfinges en escalinatas de piedra alumbradas por la luna telón de fondo; los neoyorquinos Unearthly Trance y su salvaje y atronador sludge doom con acertados contrapuntos envolventes y relativamente introspectivos; Suma, desde Suecia, con su stoner doom metal salpicado de sintetizadores y un efecto envolvente realmente conseguido y un descarnado desenlace con “Let the Churches Burn”.

Suma. Bongzilla. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
Una de las mejores bandas de la jornada, sin embargo, fue una con menos decibelios: Esben and the Witch: trío de noise rock delicado y cinemático, con melodías lacias y ensoñadoras combinadas con robustos arranques rítmicos. De fondo: el bosque nocturno iluminado por el cielo estrellado que aparece en la portada de último Older Terrors.
Black metal litúrgico y riffs como montañas
Batushka cerraban las actuaciones del jueves en la Het Patronaat. Una hora de liturgia de la que nos hacieron partícipes desde los sentidos en una muy atractiva puesta en escena. Líneas vocales ceremoniales se conjugaron con un black metal clásico en una ceremonia oscura de espectacular factura. Ahora bien, su propuesta musical se nos antoja menos rica de lo que a priori podría parecer a tenor de los elementos tan especiales que visten a la banda. Lo que hace única su propuesta es, en buena parte, la belleza visual con la que desarrollan sus ceremonias, pero la base musical con la que juegan nos resulta algo parca en recursos. Afortunados por presenciar su teatral despliegue, pero con pocas ganas de repetir.

Bongzilla. Roadburn 2017. Foto: Sergio Albert Avilés.
Cerraron la jornada en el escenario grande Bongzilla y su encapotada amalgama de doom, sludge y stoner con aroma a marihuana. De hecho, la hierba monopoliza su discurso, también visual, con acertados montajes a base de imágenes de archivo de las campañas de “educación social” de la era Nixon. Luces verdes, montones de humo y riffs como montañas.
Texto: David Sabaté / J.F. Fiar
Fotos: Sergio Albert Avilés (flickr.com/sergioalbert)