
Pennywise, la encarnación predilecta del mal en ‘It’. Fuente: cinergiaonline.com
Revisando la miniserie televisiva que adaptaba la novela de Stephen King a finales de los ochenta, uno constata aún de forma mas evidente cómo el paso del tiempo y la nostalgia distorsionan enormemente el orden de las cosas. Aquella adaptación puede resultar, si quieren, entrañable con sus actuaciones mas bien mediocres, un Pennywise mas cómico que terrorífico y unos efectos especiales, stop motion primitivo incluido, que han envejecido mal hasta lo sonrojante. Aunque tenía encanto.
Cuánta gente vio realmente la serie en su momento no sería tan relevante como saber cuánta gente que la reivindica ha leído la novela del «rey del terror», una lectura laberíntica y compleja de adaptar que ronda las mil quinientas páginas. Partiendo de esta realidad y de la insuficiencia de la anterior adaptación, la nueva It , dirigida por Andy Muschietti (Mamá), no está tan mal como algunos aseguran, ni es tan buena y redonda como el hype se ha encargado de pregonar.
Entre sus argumentos a favor hallamos el acierto de evitar los saltos en el tiempo y centrarse en la infancia de sus protagonistas (la acción transcurrida en la edad adulta queda relegada a una segunda parte); el casting infantil, con interpretaciones, en su mayoría, convincentes y divertidas; la atmósfera enrarecida, como si estuviéramos ante un cruce de Los Goonies y Pesadilla en Elm Street, con esos tránsitos imperceptibles entre la vigilia y el sueño.

El cast infantil de ‘It’, de Andy Muschietti. Fuente: publico.es
Entre las escenas más destacables, la crudeza de la primera aparición de Pennywise, algo digno de aplauso para una superproducción de Warner de este calibre; la persecución en el sótano de la biblioteca, con un punto ‘Come to Daddy’ de Aphex Twin; el pase de diapositivas en el garaje, perturbador y con ecos a Sinister, o el tren de la bruja en la mansión, fuente de la fuerza maligna.
En su contra, los excesivos sustos basados en los golpes de volumen, más que en la construcción narrativa de la tensión y el miedo; el excesivo metraje, un mal endémico en el cine de entretenimiento –y de autor– actual; y la multiplicidad de historias y tonos, algo que funciona y se desarrolla mejor sobre el papel.
Tampoco ayuda la saturación de contenidos con pandillas de niños en bicicleta: del revival de la citada Los Goonies a Stranger Things, Super 8 o Attack the Block, aunque esta última transcurra en un contexto muy distinto. Con todo, una película entretenida, estéticamente cuidada y mejor de lo que podría haber sido, pero inferior a las expectativas que el propio film dibuja en su tercio inicial. Deberemos esperar a su segunda parte para construir el relato y el veredicto completos.