
Portada de ‘Medusa’, de Paradise Lost. Artwork: Branca Studio. Fuente: nuclearblast.de
Paradise Lost. Medusa (Nuclear Blast)
Tras múltiples cambios de piel, cuestionadas mutaciones no siempre redondas pero mayoritariamente acertadas, en especial en el caso de One Second (1997) y Symbol of Life (2003), los británicos Paradise Lost viven, desde hace ya algunos años, una segunda y vigorosa juventud. Ya nos sorprendieron gratamente hace un par de ejercicios con The Plague Within (2015), un claro alegato a favor de sus raíces Gothic doom que contenía su mejor composición en lustros, ‘Beneath Broken Earth’, y ahora redoblan la apuesta con este Medusa solemne y sin apenas fisuras. Los órganos eclesiales marcan el tono del disco desde los primeros compases, a modo de apertura viciada por una calma tensa que se ramifica en forma de guitarras lóbregas y densas; una cadencia netamente doom que impregna hasta el tuétano los compases de ‘Fearless Sky’.
No parece circunstancial, para contextualizar el momento, la reciente recuperación en directo de su fundacional Gothic con motivo de su veinticinco aniversario, como tampoco las respectivas aventuras del cantante Nick Holmes y el guitarrista Greg MacKintosh, bicéfalo motor creativo de la banda, en Bloodbath y Vallenfyre. Las voces limpias y melódicas quedan relegadas aquí a un claro segundo plano, entregándose Holmes a los registros guturales del citado disco, de tono más extremo aún que los timbres rasgados de Shades of God. Temas como ‘From the Gallows’ (descendiente bastardo de “Falling Forever”) avanza en la misma línea, repleta de guitarras densas y quejumbrosas, corpóreas y afiladas. Una primera parte dominada por cortes crudos, oscuros y largos que coexisten con brechas de luz, caso de la más melódica ‘The Longest Winter’, primer single del álbum, aunque se mantienen las atmósferas envolventes y la lentitud incólume del arranque.
Por su parte, ‘No Passage for the Dead’ combina, como en los viejos tiempos, voces cavernosas con coros femeninos transparentes; ‘Blood and Chaos’ acelera el ritmo poseedor de un contagioso punch más propio de su etapa Icon; el ritmo se acelera; Holmes luce versatilidad en el evocador tema título, de épica contenida; mientras que la melancólica ‘Shrines’, bella y triste, dibuja un puente entre pasado y presente, y ‘Symbolic Virtue’ cierra el disco con un medio tiempo menos acertado pero que gana y cala con las escuchas. Con todo, Paradise Lost parecen haber vuelto a 1990, petrificados tras mirar fijamente a los ojos de la Medusa mitológica que da nombre a este disco; su diferencia radica en haber sabido combinar esa mirada hacia atrás con la invocación de todo lo aprendido en sus sucesivas reinvenciones. Y eso, créanme, marca distancias respecto a todos aquellos que, efectivamente, sí han permanecido, por incapacidad, apego o confort, congelados en el tiempo.