Altarage. ‘Endinghent’

Altarage. Endinghent (Season of Mist)

Puede que NIHL (2016) nos cogiera relajados, con la guardia, ingenuamente, bajada. Y dolió. Pero que ya supiéramos a qué nos exponíamos y que el segundo largo de Altarage, ya bajo las alas de Seson of Mist, nos haya destrozado igualmente, dice bastante de lo dañina que sigue resultando su apuesta. Herederos del sonido de Portal o Abyssal, lo suyo pasa por retorcer y torturar los cementos y esquemas básicos del death metal, destruirlos y dotarlos nuevamente de vida, como si de unos no muertos venidos del espacio exterior o de otra dimensión se tratara.

Estamos ante un engendro oscuro, negrísimo e insondable, como la estampa que ilustra la portada, en sintonía con los mundos paralelos de Prometheus (Ridley Scott, 2012) o The Void (Steven Kostanski y Jeremy Gillespie, 2017). Un terror cósmico o interdimensional, como prefieran llamarlo, que produce un ambivalente efecto de perturbación e hipnosis. La predominante sensación de agorafobia, tan asfixiante como cautivadora, encuentra su plasmación sonora en un trabajo monstruoso y arrollador de riffs deformados y capas y capas de ruido denso y amenazante. Y presidiendo el caos, de una fisicidad abrumadora, como si Meshuggah hubieran perdido el control de su nave y con ello la cordura, unos guturales cacofónicos, reverberantes, envasados al vacío en una sonda procedente de otro tipo de existencia no necesariamente mejor.

Endinghent es un ser de otro mundo repleto de tentáculos negros y viscosos; una estrella muerta que avanza a toda velocidad hacia la Tierra –muerta también–; la abstracción de nuestros miedos más atávicos y la prueba de nuestra insignificancia en un universo de hostilidad sin fin. Es también una fuerza incontrolable e ingrávida construida sobre guitarras disonantes, brutalidad extrema y una heterodoxia rítmica que acaba engullendo al oyente en un agujero negro del que resulta imposible escapar.