Recientemente hemos sido testigos de algunos conciertos en los que, al ver la disposición de las bandas en el cartel, no hemos podido evitar arrugar la nariz, arquear una ceja o tirarnos de los pelos. ¿En serio? ¿Tal grupo va a telonear a tal otro? ¿Pero, no debería ser al revés? El caso más sangrante ha sido el de los suecos Tribulation, quienes han presentado en nuestro país su último Down Below, uno de los mejores discos de lo que llevamos de año, en un par de ocasiones y ambas como teloneros. La primera, acompañando a sus compatriotas Arch Enemy, muy populares, de acuerdo; pero la segunda abriendo para un grupo como Insomnium, impecable técnicamente pero artísticamente poco destacable. Podría ser uno de aquellos casos curiosos en los que la gente acude a la cita básicamente para ver a los teloneros, esas supuestas bandas de menor calado, cuando no meros invitados de relleno. Nada más lejos de la realidad.
Algo parecido ha sucedido con la reciente visita de los americanos Trivium, banda que empezó con muy buen pie hace quince años, alzándose como uno de los estandartes de la denominada New Wave of American Heavy Metal, pero que ha derivado progresivamente hacia terrenos más melódicos y carentes de garra, en una evolución artística parecida a la de los últimos Machine Head. Pues bien. Los teloneros en esta ocasión fueron Power Trip, firmantes de uno de los mejores discos del pasado 2017, Nightmare Logic. Su furibunda ráfaga de crossover thrash hizo que los de Matt Heafy parecieran por momentos una banda de AOR –con todos los debidos respetos por ese género–. Trivium cuentan con un estatus casi de estrellas, cierto, y tocan de maravilla, pero nos hubiera gustado disfrutar de más minutos de Power Trip, una banda a la que esperamos poder ver de nuevo bien pronto sin necesidad de peregrinar a otros países.
Esta no es una dinámica nueva. A menudo, promotores y sellos cierran giras con bandas de su propia escudería, por comodidad y lógica interna, faltaría más, pero a veces se originan algunos carteles extravagantes, antinaturales o, cuanto menos, originales. Algo parecido a los packs de películas que las distribuidoras cinematográficas endosan a los exhibidores.
Recuerdo, hace muchos años, en 1993, escuchar en el programa de radio Disco Cross la noticia de la inminente visita de Sepultura a Barcelona. Los brasileños vivían su época de máximo esplendor pre-Roots y, según el locutor del programa, el difunto Mariano García, muchos acudirían al concierto para ver especialmente a sus acompañantes, los popes británicos del gothic doom Paradise Lost, que presentaban nada más y nada menos que su celebrado Icon. García pinchó entonces ‘Your Hand in Mine’ de Shades of God y pensé que quizás estaba en lo cierto. Pero Sepultura pasaban por su mejor momento y los temas de Chaos A.D. barrieron de un plumazo toda posible competencia, por mucho que Paradise Lost dejaran una profunda huella con su majestuosidad, melancolía y calidad compositiva. No me perdí ninguno de sus movimientos desde entonces, aunque algunos fueran más que discutibles.

Paradise Lost en la foto interior del libreto de ‘Icon’. Fuente: zenial.nl.
Algo distinto experimenté con dos grandes pesos pesados de la NWOBHM: Iron Maiden y Judas Priest. Ambas bandas nos visitaron en la segunda mitad de los noventa en uno de sus momentos artísticos más bajos. Iron Maiden, con su recién incorporado Blaze Bailey al micrófono, voluntarioso y competente, abrieron con My Dying Bride, también británicos. The X Factor vs The Angel and the Dark River. No hace falta decir nada más. No encajaban, pero por suerte muchos descubrimos a los doomsters liderados por Aaron Stainthorpe.
Un año después, en 1996, la discusión volvió a estar servida con motivo de la visita como cabezas de cartel de My Dying Bride con nada más y nada menos que Cathedral como teloneros. Maiden repetirían con Entombed y Spiritual Beggars, no está nada mal. Aunque lo más esperpéntico fue ver a Bruce Dickinson actuando en solitario abriendo para unos Helloween de capa caída. Vale que uno de los mejores frontman del heavy metal presentaba Skunkworks, un disco tan interesante como incomprendido, pero no merecía ser vilipendiado. Por su parte, los Judas Priest menos esplendorosos, los de la etapa liderada por Ripper Owens, presentaron Jugulator secundados por los deathmetaleros holandeses Gorefest. ¿Quién da más?

Misery Loves Co., eternos teloneros. Fuente: last.fm.
Casos como los de Misery Loves Co. –inexplicablemente, eternos teloneros– y Entombed abriendo para Machine Head en su presentación de The More Things Change; o el de Nine Inch Nails secundando a David Bowie en el Outside Tour parecen más nivelados, pero podríamos seguir con decenas, centenares de casos ilógicos de inversión de papeles. Si tienes alguno en mente te invitamos a comentarlo con nosotros. Estamos cien por cien a favor de la figura del telonero, la oportunidad perfecta de algunas bandas de llegar a mayores audiencias. Lo que se pretende señalar aquí es la diferencia abismal entre popularidad y calidad. Ese es el debate de fondo. Volviendo a los ejemplos del inicio: ¿es que Power Trip o Tribulation no llenarían por sí solos una sala? ¿O al menos encabezando ellos el cartel de turno? No debería ser así pero, lamentablemente, parece que las leyes del mercado, como casi siempre, van por un camino distinto al de la validez e interés artísticos. Una lástima.
Por suerte, se acercan giras en las que, más que propuestas con banda principal y telonera, se han diseñado auténticos festivales itinerantes de una jornada. Con grupos de primera línea que todos conocemos y veremos desde el primer minuto. A falta de saber los timmings asignados a cada una de las formaciones, el cartel de la gira de despedida de Slayer, anunciado hace escasos días, es uno de los mejores ejemplos de ello. Como en su día el Clash of the Titans. Lamb of God, Anthrax y Obituary completan la apuesta. Estos últimos ya arrasaron al grupo estrella Carcass en su visita junto a Napalm Death y Voivod. ¿Deberían estar Obituary más arriba que Lamb of God? Para quien esto suscribe la respuesta es: por supuesto. Pero en este caso la diferencia cualitativa es tan menor y subjetiva que solo podemos aplaudir el line up con las orejas. En cualquier caso, tendremos tiempo para discutirlo en las redes o tomando unas cervezas. ¿Quién empieza?