CELESTE + Nigra Sum. 02-11-2018. Sala VOL (Barcelona). Promotora: Madness Live!
Puente de noviembre. Oscuridad absoluta en la rebautizada sala VOL de Barcelona. Dos propuestas singulares, oscuras pero, sobre todo, experimentales. De esas que no son fáciles, que requieren más de una escucha, de esas que cuesta digerir y para cuyos conciertos hay que ir preparado. Una noche de sonidos densos, minimalistas, difíciles e intensos a partes iguales, sumidos en fuerzas primigenias.
Abrieron la velada Nigra Sum, quienes presentaban su primer trabajo, De pedra d’ull de serp del cor de la muntanya, un homenaje a la prolífica obra de inspiración montserratina de Jacint Verdaguer, maestro de poetas y figura capital de las letras catalanas, y en particular, a la virgen venerada en esas montañas. Con una esotérica propuesta que basculaba entre el new age, la música litúrgica, el drone o el doom metal, la banda fue captando la atención de los presentes gracias al amplio paisaje sonoro que retroalimentaban como un continuum a base de diversas pistas superpuestas.
Sobre el escenario, y con una penumbra in crescendo, dos monjes ataviados con unos cascos ovalados negros mantenían el anonimato que envuelve su misteriosa propuesta artística. Sonidos repetidos en el tiempo con un teclado, acompañado de multitud de sintetizadores, y guitarra con acordes sostenidos. Sonaron ‘Camí dels Degollats’, ‘Agulla del Capdamunt’, ‘Los Boixos i Romanins’ y ‘Karst’ y por mi mente circulaban reminiscencias a Earth o Sunn O))). Al finalizar la liturgia, bajaron del escenario y deambularon hasta el backstage entre los allí presentes.
Tras la experimental y lisérgica propuesta de Nigra Sum, era el turno de los franceses CELESTE, que aparecieron sumergidos en una frondosa neblina con su personal mezcla de sludge, post-hardcore, black metal y doom. Salieron a escena en la oscuridad total tan solo interrumpida por luces rojas y estroboscópicas acordes a la bestialidad de su sonido. Una iluminación que controlan con pedales mientras tocan y con la que quieren que su propuesta sea aún más potente, sumergiendo al público en ella y conduciéndonos a su propio universo.
Sin luces externas, sin proyecciones, sólo cuatro músicos vestidos de riguroso negro desgarrando notas con una fuerza hostil. La descarga comenzó con la potente ‘Commes Des Amants en Reflet’ y, a pesar de que el sonido no estuvo a la altura durante el primer cuarto de hora de concierto, los ajustes permitieron equiparar las guitarras al protagonismo inicial de batería y bajo. Voz gutural y abrasiva, riffs técnicos y demoledores. La sigueron ‘Cette Chute Brutale’ –caída brutal al averno–, ‘Tes Amours Noirs Illusoires’, la instrumental ‘(I)’ y ‘À la Gloire du Néant’, todas extraídas de su increíble último trabajo, Infidèle(s) (2017). Sonaron sombrías, desoladoras y destructivas, y el headbanging que las acompañó fue generalizado.
Fieles a su estética y a su habitual puesta en directo, el juego de luces es uno de los pocos elementos que da pie a complementar su extrema propuesta sónica: las luces rojas, como analogía del descenso a los infiernos; las blancas, el ascenso a los cielos. Caída y auge repetidos en un bucle sin fin, hipnótico. La pared de guitarras discordantes logró generar cierta claustrofobia. En el último tramo, dos temas de discos anteriores: ‘D’errances En Inimitiés’ y ‘Laissé Pour Compte Comme Un Bâtard’, de su trabajo Animale(s) (2013), tras la que finalizaron el set con la perturbadora ‘Ces Belles de Rêve aux Verres Embués’ de «Morte(s) Nee(s)’.
La atmósfera que crearon fue implacable. Y cumplieron con nota su propósito: finalizado el repertorio, guitarras en alto, el público pidió más y, a pesar de disculparse por no disponer de más temas en el setlist que habían preparado, repitieron una canción del repertorio. Poco más de tres cuartos de hora sin tregua. Una experiencia visceral, extrema, violenta. De una intensidad y negrura infinitas bañadas por un nihilismo sin adulterar. Brutales.