‘Glass’, Shyamalan y la tesis del superhéroe

'Glass', de M. Night Shyamalan.

Samuel L. Jackson, James McAvoy y Bruce Willis en ‘Glass’, de M. Night Shyamalan. Fuente: provoke-online.com.

GLASS (M. Night Shyamalan, 2019)

Era el año 2000 cuando, después de haber convertido El sexto sentido en uno de los fenómenos del cine de terror más celebrados en años, M. Night Shyamalan abría el capítulo de lo que ha significado su total carta de amor al cómic y a los superhéroes. Intentando aprovechar el tirón de su anterior film, y teniendo a Bruce Willis de nuevo como protagonista principal, El protegido se publicitó como un thriller psicológico del que muchos esperaban un ansiado twist final a la altura del sorprendente desenlace de su predecesora.

Para sorpresa de quienes más expectativas habían puesto en su acogida, y sin que tenga que considerarse un fracaso, esta no fue la esperada. Con su llegada al mercado doméstico, sería cuando el título empezaría a reivindicarse, partiendo de la base de que lo más interesante que planteaba era la vuelta de tuerca que le daba a las películas de superhéroes. Echando la vista hacia atrás, y plantándonos en un momento cronológico en el que ni los universos expandidos de Marvel y DC eran siquiera una idea, cabe pensar en que un título como El protegido, el cual no se basaba en ninguna historieta que se hubiese publicado, lograba resumir parte de la esencia que se ha vivido en las viñetas en lo que a la génesis de un héroe se refería.

Renacimiento múltiple

Fueron pasando los años y, con mayor o menor éxito, Shyamalan iba abordando otros proyectos. Hasta que en 2017 (tras haber renacido cual Ave Fénix de la mano de Blumhouse con uno de los found footage más divertidos de 2015, La visita) recuperaba la corona del rey del twist final gracias a la última secuencia de Múltiple. Este, un aparente título sobre la figura de un perturbado llamado Kevin Wendell Crumb (James McAvoy), cuyo trastorno de personalidad le convierte en un individuo con 23 personalidades diferentes, parecía ser el regreso definitivo del director como maestro del género. Para sorpresa de todos, el cineasta no sólo revalidaba su maestría, sino que hacía saltar todas las alarmas al llevarnos hasta la barra de un bar en la que el mismísimo David Dunn observaba a través de la televisión el horror desatado por La Bestia, la más devastadora y letal de las personalidades de Kevin.

Por fin, todo el universo que Shyamalan había imaginado hacia 1999 parecía haber cogido forma tomándole la alternativa a El protegido. Si aquella había servido como historia de los orígenes del héroe, y en 2017 habíamos visto lo propio con el villano, era evidente que el cierre en esa esperada trilogía trataría sobre el enfrentamiento definitivo entre ambos personajes. Y quien no podía faltar a la fiesta era Samuel L. Jackson, quien regresa en Glass como Elijah Price, uno de los mejores archivillanos de todos los tiempos, y que tampoco tenía su origen en el cómic.

La culminación de un trilogía

Veinte años dan para mucho, y durante todo este tiempo Shyamalan no solo ha ejercitado su batuta como claro exponente del cine de género, sino que se ha ido amoldando al paso de los años, convirtiéndose en una suerte de cronista de la sociedad a través del filtro del fantástico. Y ahí es dónde Glass se vuelve mucho más grande de lo que ya se auguraba (teniéndola en cuenta como esperado cierre de una trilogía). Porque el director no solo posa en ella todo el amor que con los años ha ido generando hacia el universo del cómic, sino que vertebra su relato cual obra en constante diálogo consigo misma y los recovecos de su propia mitología. Para ello, no solo reúne a los tres personajes en torno a los que se mueve la historia, sino que traerá con ellos a sus respectivos compañeros (como en El protegido, Spencer Treat Clark y Charlaine Woodard repiten los papeles del hijo de David Dunn y la madre de Elijah, mientras que Anya Taylor Joy vuelve como Casey, la única víctima que pudo escapar de las garras de Kevin), reunidos en una especie de cónclave de sidekicks que servirán, tal y como dictan sus estandartes, como el contacto terrenal de los héroes (y villanos) para con el mundo.

Así es como vuelven David, Elijah y Kevin, como aquellos personajes cuyo arco argumental, por fin, encaja con el resto de piezas puestas sobre la mesa dos décadas atrás. Ahora, y dejando a un lado cualquier tipo de manual sobre cómo hacer una película comercial (no sé si sería lógico hablar de blockbuster, teniendo en cuenta que de trata de un título de la factoría de Jason Blum), Shyamalan pone a las tres figuras arquetípicas donde deben estar: en un sorprendente film concebido cual eterno anticlimax en el que tanto los personajes como el propio director (con cameo incluido rememorando el que tuvo en El protegido), divagan en torno la esencia del cómic y sus fórmulas, como si estuviésemos ante un ensayo en forma de película de ficción, donde se erguirá como voz de la sensatez un nuevo personaje que será culpable de la reunión de la tríada de superhumanos: la Dra. Ellie Staple, a quien interpreta Sarah Paulson y que terminará ejerciendo un papel clave para el ansiado climax final.

Aún es pronto para poner etiquetas, pero no es muy descabellado hablar de Glass como la gran película de superhéroes de este 2019, con la que Shyamalan pone el broche de oro a su tesis personal sobre la esencia del cómic y cuyo trasfondo político viene a decirnos que desde arriba nos ocultan información y que el mantenimiento del orden mundial es tan oscuro como lo pintan las teorías de la conspiración. Y para arrojar algo de luz sobre tanto pesimismo, el realizador termina haciendo un film surgido desde las entrañas, el cual también podemos leer en clave de cómo el género fantástico viene (una vez más) para salvarnos del horror de una sociedad a la que le hacen falta más personas como David Dunn. O más genios como Shyamalan.