La austeridad vital puede ser un deporte y, sin duda, se cuenta entre los hobbys favoritos de Santiago Lorenzo, como afirma el propio autor de Los asquerosos (Blackie Books, 2018), uno de los fenómenos literarios de finales del año pasado.
En su nueva novela tras certeras dianas como francotirador (Los millones, sobre uno del GRAPO al que le toca la Primitiva pero no puede cobrarla porque no tiene DNI; Los Huerfanitos, sobre unos hermanos que odian el teatro pero se meten a representar obras; y Las ganas, sobre un tipo muy feo que lleva tres años sin follar), Lorenzo nos cuenta la historia de Manuel, un joven madrileño que, tras un azaroso incidente con un agente del orden, se ve forzado al exilio en una de las tantas aldeas abandonadas fruto de la despoblación rural de España. Allí, además de superar el miedo a ser encarcelado, paranoia alimentada por su tío, acertada voz narrativa a través de la que conocemos toda la historia, Manuel deberá aprender a vivir con lo mínimo; una actitud que lo llevará a descubrir que, precisamente por su finitud, el tiempo es más valioso que el dinero. Y en su nueva vida dispone de todo el tiempo del mundo.
Muchos han destacado los paralelismos de Los asquerosos y su protagonista Manuel, una suerte de ermitaño del siglo XXI, con Robinson Crusoe o el célebre ensayo Walden de Thoreau, aunque la diferencia principal con el primero sea que Manuel no quiere que lo encuentren; básicamente por no pagar por su delito, cometido en defensa propia, pero también y principalmente porque es feliz solo, sin ningún tipo de contacto humano y ajeno a los convencionalismos y las normas impuestas por la sociedad capitalista. Algunos han considerado éstas como críticas fáciles, poco sutiles; aunque me temo que pueda deberse a su identificación no confesa con los «mochufas», uno de tantos neologismos, como «desnecesidad» o «sucintidad», con los que Lorenzo siembra el libro. ¿Que qué son los «mochufas»? Tendréis que leer el libro para averiguarlo, pero os aseguro que caminan entre nosotros, que son mayoría y que todos los habéis sufrido en más de una ocasión.
Emparentado con la prosa de autores como Jardiel, un ritmo sostenido y una lograda intriga que decae ligeramente en el más descriptivo tramo central, el libro funciona como un reloj. Y, aunque su particular uso del lenguaje pueda echaros para atrás en las primeras páginas, el esfuerzo inicial merece la pena. La recompensa llega pronto y culmina en una segunda mitad hilarante –estamos casi ante dos libros en uno– cargada de incorrección política, genuina mala leche y misantropía desatada. De Santiago Lorenzo se ha afirmado que escribe tan antiguo que parece moderno. Dejémoslo en que posee un estilo único y personal –se dice pronto– y que, como el protagonista de este libro, triunfa precisamente por ir a su bola.
PVP CON IVA 21,00 €
NÚM. DE PÁGINAS 222
EDITORIAL Blackie Books
PUBLICACIÓN 10/2018