Tool
Fear Inoculum
(Sony Music)
La carrera completa de los Beatles. El reinado de Alejandro Magno. Michelangelo pintando la Capilla Sixtina. Como el chocante y viral artículo de Loudwire bien dijo, todas estas cosas llevaron menos tiempo que la publicación del nuevo álbum de Tool.
Y trece años después, aquí está Fear Inoculum: uno de los mayores acontecimientos musicales de la década, que ha conseguido incluso llegar al número uno en EEUU, por encima de la superestrella del pop Taylor Swift. Cuando nos encontramos ante un evento de semejante calibre, es absolutamente imposible mantenerse objetivo ante lo que nuestros oídos perciben. Trece años son muchos, Tool son una de las bandas más influyentes en el rock y el metal del último cuarto de siglo y, para bien o para mal, en la mayoría de casos van a confluir muchos condicionantes. Estarán aquellos que ante la posibilidad de poder escuchar algo que llevan más años esperando que lo que duró el run íntegro de The Office no podrán más que alegrarse y adorarlo, y habrá otros que precisamente por el mismo motivo se sientan decepcionados. Personalmente, me identifico con ambos.
Cuando las partes funcionan mejor que el álbum entero
Fear Inoculum es un disco tosco, opaco y, discúlpenme, plano. Habrá quien lo quiera ver como un ejercicio, como una evolución, pero lo cierto es que en cuanto a dinámica y variedad palidece enormemente comparado con los picos de su discografía. Incluso el en ocasiones vapuleado por los mismos motivos 10.000 Days hace gala de un rango más amplio. Aquí lo que tenemos es una colección de temas largos en su práctica totalidad, la mayoría de ellos con desarrollos agónicos y recursos repetitivos. Todo esto no cogerá a ningún fan de Tool por sorpresa, puesto que siempre han escrito canciones así. Pero nunca habían publicado un disco en el que todas fuesen así. Si nos vamos al mundo culinario, se me antoja como lo más parecido a comer exclusivamente croquetas durante un mes. Claro que me gustan. Pero dame algo más, por Dios.
El único resquicio de cambio de tónica es la no en vano vanagloriada ‘7empest’, que entra como una absoluta ventisca tras una hora de desértica deriva, recordando en sus riffs y versos a los días de Undertow y similares. Sin duda, se trata de uno de los mejores temas del disco y no porque se asemeje más a un álbum o a otro, sino porque demuestra una flexibilidad compositiva que aquí se echa de menos demasiado a menudo. El resto de canciones, en su mayoría, son buenos temas por separado. ‘Invincible’ podría ser una de sus mejores quince canciones. ‘Descending’ puede cogerte el corazón en un puño y los estribillos de ‘Pneuma’ y el tema título os aseguro que son auténticos earworms. Quizá ese sea el motivo por el cual me veo a menudo con ganas de escuchar canciones concretas, pero absolutamente nunca me apetece escuchar el disco entero. Y eso dice mucho de un álbum.
Brillante en lo formal, tosco y reiterativo en su desarrollo
Pero no todo es un problema de dinámica y ritmo. La autorreferencia en las composiciones llega a ser molesta. Uno puede escuchar el disco de cabo a rabo e identificar prácticamente en cada fragmento a qué otra canción de la banda le recuerda: Tool dominan un lenguaje propio tan marcado y definido que en ocasiones puede resultar hasta autoparódico e hiperbólico. Y hablando de extremos, lo de incluir bonus tracks terroríficamente insípidos en la edición digital podría incluso merecer una reseña independiente. Es hasta cruel que el único tema como tal que dura menos de diez minutos sea ‘Chocolate Chip Trip’, que no es más que otro aburrido interludio con un solo de batería del talentoso Danny Carey encima. Spoiler: a casi nadie le gusta escuchar solos de batería. Ni siquiera a la mayoría de baterías.
Aunque esta reseña sea principalmente negativa, al César lo que es del César. Fear Inoculum tiene buenos temas, un nivel técnico y sonoro impresionante, algunos buenos ganchos (aunque se acusa una falta de estos) y grandes letras con temáticas tan interesantes como representativas del estado actual de la banda. Pero como disco no funciona. Dios sabe cuánto tendremos que esperar para volver a escuchar nueva música de estas leyendas y, por muy agradecido que me sienta de poder llevarme al paladar canciones suyas que no haya escuchado un trillón de veces, lo cierto es que en lo puramente musical cuesta colocar este álbum en un lugar especialmente memorable de su discografía.