‘El Hoyo’, cuando el abismo mira dentro de ti

El Hoyo

Iván Massagué protagoniza ‘El Hoyo’. Fuente: sitgesfilmfestival.com.

Venía de arrasar en el Festival de Toronto, tras ganar el premio del público en la sección Midnight Madness; está distribuida mundialmente por Netflix y su sinopsis despertaba interés e inquietud incluso entre los más escépticos. El Hoyo llegaba a Sitges pisando fuerte y, como pudimos comprobar por la apabullantemente positiva depositación de papeletas al terminar la sesión, aquí también había enamorado. Unos días después, la cinta se llevaba el augusto honor de ser la primera producción nacional en ganar el Premio a Mejor Película del festival. Una en 52 ediciones. Se dice pronto.

The Platform (como se ha titulado para públicos no-hispanos) es el primer largometraje de Galder Gaztelu-Urrutia, cineasta vasco que había firmado anteriormente los cortos 913 y La casa del lago, y que, gracias a esta excelente obra, se ha colocado en el punto de mira de cinéfilos de todo el mundo.

Él mismo decía en una entrevista que la premisa de este debut se puede explicar en un par de líneas en un bar: en un futuro distópico, los habitantes de cada nivel en un centro disponen diariamente de un tiempo limitado para alimentarse a través de un agujero central por el que baja un gran festín de comida, formado por los restos transportados hacia el siguiente estrato. Como decía Brian Eno, las restricciones evocan la creatividad: la integridad de la película transcurre en ese único edificio, y apenas se nos da información acerca de la situación en el exterior o de la historia del centro.

Thriller violento de hondura psicológica

El Hoyo nos arrastra en sus noventa minutos de duración por las profundidades del comportamiento social y la psicología humana moderna. Es una producción que no necesita de esas grandes florituras que plagan el cine triple A de ciencia ficción (aunque cabe mencionar que el apartado visual y de efectos es excelso), porque consigue mantener al espectador en vilo con un trepidante recorrido de emociones.

Thriller en esencia, esta montaña rusa se regodea en su propio traqueteo, que baila entre la comedia y la violencia extrema; todo ello empastado con unas actuaciones espléndidas, sobretodo por parte de Iván Massagué y Antonia San Juan, y un apartado musical tan inquietante como excelso de la mano de Aránzazu Calleja. Gracias a esta claustrofóbica atmósfera es imposible no empatizar con los protagonistas y sentirse, también, entre esas paredes de hormigón.

Espejo incómodo y crítica a la cultura neoliberal

¿Aflora nuestro yo verdadero en situaciones extremas? Hasta cierto punto está claro que así es, pero el film indaga mucho más allá, haciendo una crítica despiadada sobre cómo vivimos en un mundo cuya conciencia de clase se pierde a pasos agigantados, un mundo en el que lo que rige el día a día es la cultura neoliberal de aplastar al prójimo para el beneficio propio, y un mundo en el que se percibe una gargantuesca falta de solidaridad, empatía y esfuerzo colectivo.

Hagamos énfasis en este último punto, porque, precisamente, también se hace notar en la historia que esto no trata sólo de clases: nuestra falta absoluta de moralidad y responsabilidad ética hace que muchas veces el que ha sido pisoteado, al verse en una nueva situación de poder, se aproveche de su nuevo estatus y olvide que otro camina en los zapatos magullados que él mismo solía vestir.

En el seno de todos estos dilemas y conflictos, la película atrapa al espectador y le pregunta constantemente: ¿y tú, qué harías si te vieses así? Y triunfa con un estruendo al revolvernos el estómago, al incomodarnos y, por qué no, también al ilusionarnos. Porque, como en tantas otras situaciones, El Hoyo, al final, también alimenta ese pequeño rayo de esperanza que nunca queremos –deberíamos– perder.