Chelsea Wolfe – Birth of Violence (Sargent House)
En ocasiones resulta necesario, casi vital, desacelerar, recogerse y mirar hacia adentro, por muy solitario o doloroso que sea el proceso. Parte de este impulso irracional, de supervivencia, motivó a Chelsea Wolfe a retirarse temporalmente en su casa en los bosques del norte de California. Allí, rodeada montañas, nubes y silencio, pudo sentirse pequeña, liberada, y logró dar forma a las canciones que había empezado a componer en la carretera durante la gira de su anterior Hiss Spun. El resultado no puede ser más alentador. Ya desde la primera escucha de ‘The Mother Road’ supimos que este iba a marcar un punto de inflexión en su ya de por sí muy notable trayectoria. Aquí no encontramos rastro alguno de su sonido industrial e inflamado; tampoco de los apuntes doom ni de las guitarras metálicas y drone que impregnaban sus anteriores discos.
Sin desmerecer todo lo logrado en ese campo, la de Roseville se despoja aquí de todo envoltorio para conectar con su background folk, alimentado desde la infancia por la afición de sus padres a este estilo musical, y que ya exploró por primera vez en Unknown Room (2012). El resultado, sin embargo, es más atmosférico y maduro que en aquella primera incursión; más depurado y redondo; un ejercicio de estilo orgánico y fascinante en el que, por una vez, menos es más.
Sin abandonar sus señas de identidad, Wolfe construye en Birth of Violence un carrusel acústico de melodías y ambientaciones ensoñadoras preñadas de oscuridad. Son buenos ejemplos ‘American Darkness’ y sus delicados arreglos; la hipnótica ‘Erde’, en la que nos recuerda a la PJ Harvey de Is This Desire?; la brillante ‘Deranged for Rock & Roll’ –irresistible su mezcla de bajos sinuosos y falsete marca de la casa–; o la más épica ‘Be All Things’.
Por el camino, como si de una sacerdotisa se tratara, la compositora hilvana con delicadeza y pulso unas piezas río que parecen invocar a la Diosa Naturaleza pero que aluden, también, a temas más sociales y terrenales como las masacres en escuelas tristemente habituales en su país (estremecedora ‘Little Grave’). Un trabajo oscuro, íntimo y hechizante que confirma a Chelsea Wolfe como artista cada vez más sólida y personal.